Cuba tras el huracán Oscar: voces que relatan la emergencia
Cuando las aguas comenzaron a subir en su hogar, Arys Santos se sintió impotente. “Llamé a mis niños para decirles que me estaba ahogando, que lo estaba perdiendo todo”, recuerda. Junto a su esposo, logró nadar hasta al techo de su casa, donde esperaron en la oscuridad durante cuatro horas hasta que, al amanecer, vecinos llegaron con cuerdas para rescatarlos.
En la misma comunidad, Orbis Enrique Estévez, convirtió su casa de dos pisos en un refugio para quienes lo necesitaban. “Ayudé a unas 30 personas”, cuenta. “La última fue la más difícil. La corriente estaba muy fuerte. Tuve miedo por nosotros.”
Para Sandra Céspedes, las pérdidas fueron incalculables. “Todo se perdió—colchones, televisores, utensilios de cocina. Hasta la comida se arruinó. Cuando uno trata de sobrevivir, uno no piensa en comida”.
Estas son solo algunas de las voces que relatan la devastación que dejó el huracán Oscar cuando azotó Guantánamo el 20 de octubre. La tormenta causó la muerte de 8 personas y afectó gravemente los municipios de Baracoa, San Antonio del Sur, Imías, y Maisí. Miles de viviendas fueron destruidas o dañadas, dejando comunidades enteras tambaleándose ante la magnitud de la tragedia.

Norberto Roll, monitor de campo para el Programa Mundial de Alimentos (WFP) en Guantánamo desde hace 17 años, asegura que nunca había vivido algo así. “Llegar al sitio del desastre y ver tanto daño fue muy difícil”, dijo. Con 57 años de edad, describió la experiencia como un desafío personal y profesional: “Me forzó a crecer y reafirmar mi compromiso de ayudar a los demás”.
Con tan solo dos días después del paso del huracán, Norberto y su equipo estuvieron en el terreno. Cruzaron ríos crecidos y carreteras bloqueadas para llegar a las comunidades. “Las condiciones eran extremas, pero sabíamos que la gente contaba con nosotros”.
La respuesta de WFP fue rápida. Se instalaron almacenes móviles en las zonas más afectadas y se distribuyeron alimentos—arroz, guisantes y aceite— junto con artículos no alimentarios, como tiendas túnel y kits de cocina, para asistir a quienes los necesitaban.
En coordinación con el gobierno, WFP estableció una red de distribución en menos de 48 horas, asegurando que canastas alimentarias de emergencia se entregaran a toda la población de Guantánamo en apenas 15 días.
“La magnitud de la perdida fue devastadora”, explica Norberto. “Entrar a los hogares y ver a las familias sin nada era desgarrador. Años de trabajo derrumbados en unas horas”. Contó que había regalado casi todo lo que llevaba en la mochila a personas que lo habían perdido todo. “Fue un gesto pequeño, pero sentí que era lo mínimo que podía hacer”.
Para Norberto, la respuesta al huracán Oscar fue el momento más decisivo de su carrera. “La confianza que hemos construido con la comunidad a lo largo de los años fue crucial”, dijo. “Llegar en el momento oportuno hizo la diferencia. La gente nos vio y supo que no estaba sola”.
El impacto del huracán fue grave: más de 11.000 viviendas resultaron dañadas y muchas familias aún enfrentan las secuelas psicológicas. Sin embargo, en medio de los escombros, la resiliencia de las comunidades y las acciones coordinadas de las autoridades locales y WFP aportaron un alivio inmediato y una ruta a seguir. Aunque tomará tiempo, la recuperación ya ha comenzado
“Asumimos riesgos en este trabajo porque sabemos lo que está en juego”, afirmó Norberto. “Ver que la gente nos reconoce como una presencia confiable en sus vidas es la parte más gratificante”.
De cara a una temporada de huracanes más activa de lo normal, con 17 tormentas previstas y hasta 4 huracanes mayores, WFP ya ha reforzado su preparación en Cuba y la región. Esto incluye reservas estratégicas de alimentos, acuerdos de suministro, capacidades de transferencia monetaria rápida y una red de personal listo para desplegarse.